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miércoles, 9 de noviembre de 2016

CARAVANA DE PAZ

(Wagon Master) - 1950

Director: John Ford
Guion: Frank S. Nugent y Patrick Ford

Intérpretes:
-Ben Johnson: Travis
-Ward Bond: Elder Wiggs
-Joanne Dru: Denver
-Harry Carey Jr.: Sandy
-Charles Kemper: Shiloh Clegg
-Jane Darwell: Sister Ledyard
-Russell Simpson: Adam Perkins
-James Arness: Floyd Clegg

Música: Richard Hageman

Productora: RKO Pictures - Argosy Pictures
País: Estados Unidos

Por: Xavi J. PruneraNota: 8

No disparo a hombres. Solo a serpientes (Travis a Elder refiriéndose a los Clegg)



SINOPSIS: Travis y Sandy son dos jóvenes tratantes de caballos que aceptan guiar a un grupo de mormones desde el este del país hasta las fértiles tierras del valle de San Juan (California). Durante el viaje se les unirán un trío de artistas y curanderos ambulantes y un grupo de forajidos, los Clegg, a quienes persigue la justicia.



A caballo entre sus primeras obras maestras (“La diligencia”, “Las uvas de la ira”, “¡Qué verde era mi valle!”, “Pasión de los fuertes” o la trilogía de la caballería) y sus obras de madurez (“El hombre tranquilo”, “Centauros del desierto” o “El hombre que mató a Liberty Valance”), “Caravana de paz” no es, ni por asomo, uno de los grandes títulos de John Ford. Y no lo es por una sencilla razón: porque John Ford tiene obras maestras a mansalva. Como poco, diez mejores que ésta. O, al menos, mucho más conocidas.



También es posible que no la consideremos una obra maestra porque, obviamente, nos estamos refiriendo a un western de bajo presupuesto. Sin demasiados recursos, sin actores de relumbrón y pocas o nulas pretensiones. Aún así, “Caravana de paz” me parece —indudablemente— un gran western. Y me lo parece, entre otras cosas, porque sintetiza a la perfección lo que para John Ford era un western. Porque lo dirigió sin presiones, sin ataduras, sin imposiciones. Con total y absoluta libertad creativa. Y eso, naturalmente, se nota.



Precisamente, por eso, me gusta “Caravana de paz”. Porque esa simplicidad, esa naturalidad, esa ingenuidad que para muchos constituye el pequeño gran handicap de este western para mi es, paradójicamente, su pequeño gran acierto. Porque a veces, muchas veces, menos es más. Porque muchas veces las grandes historias, los grandes intérpretes y las grandes secuencias no nos permiten ver o apreciar detalles más banales o triviales en los que, precisamente, se encuentra la verdadera esencia de un cineasta. Como en “Caravana de paz”, por ejemplo. Un western cuyo escueto guión y modestos actores (todos ellos secundarios, por cierto, en otros films del maestro) no maquillan ni camuflan a un John Ford en estado puro. Espontáneo, desatado y libre como el viento.



Así pues, yo diría que el sencillo guión de esta peli (de cariz prácticamente semidocumental, por cierto) viene a ser —a mi juicio— como una especie de hábil pretexto para dar rienda suelta a las célebres constantes “fordianas” de su autor. A todas y cada una de ellas.



Empezando por ese espectacular Monument Valley donde Ford parecía sentirse como pez en el agua, continuando por ese gran sentimiento de pertenencia a una comunidad que simboliza la propia caravana y que tanto apreciaba Ford, prosiguiendo por ese inconfundible, peculiar y genuino sentido del humor que tan presente está en todas sus pelis y acabando por ese espléndido homenaje a los personajes secundarios de todos sus filmes a los que siempre respetó de forma cuasi religiosa. Máxime teniendo en cuenta, además, que los dos protagonistas principales de “Caravana de paz” (Ben Johnson y Ward Bond) fueron, habitualmente, secundarios en muchas otras pelis suyas.



Que lo más sorprendente o valioso de esta peli esté en los pequeños detalles (en las carretas vadeando el río, en un cubo llenándose de agua, etc…) y en aspectos total y absolutamente cotidianos (como el baile nocturno, por ejemplo) no significa —sin embargo— que “Caravana de paz” carezca de valores, digamos, más trascendentales. Y es que no olvidemos que una travesía de estas características debe poseer, naturalmente, un componente épico. No sólo porque en el trayecto pueden aparecer indios, sino porque también pueden aparecer forajidos y también puede escasear la comida y el agua.



Pero, básicamente, porque un viaje de este tipo requiere que tanto los caballos como los hombres tiren del carro. Los primeros, físicamente. Y los segundos, mental o espiritualmente. Algo que, sin lugar a dudas, harán este grupo de mormones. Gente de fe y convicciones a prueba de bombas. Y eso es, precisamente, lo que convierte esta larga y peligrosa peregrinación en una epopeya, en una odisea, en un auténtico éxodo. En una “road movie”, en definitiva, de claras e incuestionables resonancias bíblicas.



Ocho sólidas estrellitas, pues, para un western que reúne lo mejor de John Ford y que, pese a su modestia y cotidianeidad, también contiene la justa y necesaria proporción de violencia (sobre todo al principio y al final) que debe atesorar cualquier peli del oeste que se precie. Ah, y frases memorables también. La que encabeza esta crítica, por citar alguna, es un buen ejemplo.



jueves, 15 de septiembre de 2016

MAYOR DUNDEE

(Major Dundee) - 1965

Director: Sam Peckinpah
Guion: Harry Julian Fink, Oscar Saul y Sam Peckinpah

Intérpretes:
-Charlton Heston: Amos C. Dundee
-Richard Harris: Benjamin Tyreen
-Jim Hutton: Teniente Graham
-James Coburn: Samuel Potts
-Senta Berger: Teresa Santiago
-Ben Johnson: Sargento Chillum
-Mario Adorf: Sargento Gómez

Música: Daniele Amfitheatrof
Productora: Jerry Bresler Productions, Columbia Pictures
País: Estados Unidos

Por: Güido MalteseNota: 7,5

 Ben Tyreen: Solo hasta que el apache sea aniquilado... solo hasta entonces



Tras el gran éxito de la crepuscular “Duelo en la Alta Sierra”, Sam Peckinpah, ya con la bendición de Hollywood, se embarca en su siguiente film con un presupuesto cercano al de una superproducción. Con un plantel de estrellas y medios más que suficientes, la película se rueda casi íntegramente en México.



El apache Sierra Charriba asola el sur Texas y Arizona llevándose prisioneros a los niños en su huida a México, dónde el ejército americano no puede perseguirle. Pero El mayor Amos Dundee junto a un grupo de soldados, prisioneros sudistas y esclavos liberados inicia una persecución que no acabará en el río Grande. El grupo se internará en suelo mexicano hasta dar con los apaches y capturarlos o eliminarlos.


Con esta premisa, obra de Harry Julian Fink (que años más tarde crearía al gran Harry Callahan), se inicia un rodaje lleno de vicisitudes, problemas y “malos rollos” creados en su mayoría por el director. Heston llegó a ir a por él armado con un sable de tanto que llegó a irritarle, aunque más tarde, cuando la productora decidió prescindir de Sam, ofreció su sueldo para que se quedase a terminar el rodaje. La productora prohibió que se rodasen escenas que Peckinpah consideraba esenciales, mutiló el montaje (el director ni siquiera estuvo en la sala), las borracheras y juergas del bueno de Sam eran continuas y así un largo etcétera de desavenencias que provocaron un gran fracaso en taquilla y un film fallido, aunque en mi opinión no lo es ni mucho menos.


A la cabeza del reparto tenemos a Heston y Harris, que interpretan a dos viejos amigos sureños enemistados en su día por un tema de disciplina y que vuelven a encontrase años después luchando en distinto bando durante la Guerra de Secesión. Tyreen, sudista, es hecho prisionero y enviado al fuerte comandado por Dundee, nordista.


Ambos acuerdan una tregua para unirse y perseguir a Sierra Charriba en territorio mejicano. Pero, como recuerda Tyreen constantemente, esta tregua sólo durará hasta el apache sea aniquilado.


Ya sabéis la importancia que tienen para mí el honor, la lealtad y la amistad en los westerns y éste no se queda atrás. Empezando por Tyreen, que ha dado su palabra a Dundee (solo hasta que el apache sea aniquilado) y la mantiene cueste lo que cueste y aunque tenga que enfrentarse a sus hombres. Y Dundee sabe que no necesita más garantías, le sobra con la palabra dada. “Yo ya tengo lo que quiero: su palabra”.


Desde ese momento, la historia se centra en un doble frente. De un lado, la obsesión de Dundee por capturar al asesino apache, lo que le lleva en determinadas ocasiones a perder la objetividad y a realizar acciones no del todo justificadas desde el punto de vista militar. De otro, la continua rivalidad entre Dundee y Tyreen, rivalidad que se traslada a los respectivos grupos de soldados y que amenaza con estallar abruptamente en varias ocasiones. Rivalidad, por cierto, que también surge desde el punto de vista sentimental al enamorarse ambos personajes de la misma mujer, lo que da la oportunidad al director para incidir aún más en la psicología y el comportamiento de ambos soldados al quedar patente la distinta forma que tienen de cortejarla.


Pero la escena que mejor refleja esos códigos de honor entre hombres es la última.
Cuando tras cumplir con éxito su misión y regresar de nuevo a suelo americano, son perseguidos por un numeroso grupo de militares franceses (recordemos que por aquel entonces México estaba regido por el emperador Maximiliano, cuyo cetro sostenido por las lanzas francesas era disputado por los partidarios de Benito Juárez), Es entonces, en el río que sirve de frontera entre los dos países, cuando estalla la violencia que preside todos los films de Peckinpah, si bien y de forma sorprendente el conflicto no se produce entre Dundee y Tyreen, ni tan siquiera entre unionistas y confederados, sino entre el grueso de los soldados americanos de uno y otro bando y el numeroso cuerpo de tropas francesas. Se lucha cuerpo a cuerpo y un jinete francés derriba el portaestandarte americano, de tal forma que la bandera que portaba, la de la Unión, cae al agua. Benjamín Tyreen, el soldado que lucha abiertamente por la causa confederada, se lanza presuroso y arriesgando su vida a recoger de las aguas el estandarte de la Unión a cuyas fuerzas está combatiendo, poniéndola en manos de otro soldado nordista para que pueda izarla con orgullo. Y es que Tyreen ya no está combatiendo a Dundee, ni tan siquiera al ejército de la Unión, sino a unos militares franceses, es decir, otra nación, por ello no puede consentir que sea humillada la bandera de la Unión, la enseña a la que nunca ha dejado de considerar “su” bandera pese a que en los últimos cuatro años haya estado combatiendo a las fuerzas que la defendían. Ante el ataque de un elemento ajeno, la división interna desaparece y de ahí que el confederado pase a considerarse, en ese momento, un norteamericano más.


El duelo interpretativo entre Heston y Harris es excepcional. Incluso Heston, que no es actor de mi devoción, deja de posar como suele ser habitual en él y se dedica a actuar. 
Senta Berger, como buen sex symbol de la época, cumple su cometido.


Coburn, de este sí que soy ferviente admirador, interpreta al guía Sam Potts. Un papel que recayó en sus manos tras fallar la contratación de Lee Marvin.


El reparto lo completan grandes secundarios (Oates, Johnson, Hutton, Pickens, Armstrong, Jones, Taylor, etc...) todos ellos cumpliendo su papel a la perfección.


Mención para Michael Paté (que ya interpretara a Victorio en “Hondo”) en el papel de Sierra Charriba; su aparición en la primera escena es terrorífica: Soldadito ¿a quién van a mandar ahora tras de mí?? le pregunta a un soldado torturado tras haber arrasado su compañía en una emboscada.


Como ya comenté al inicio, el montaje fue masacrado por Columbia y la película fue un fracaso, tanto de crítica como de público. Pero, en mi opinión, es un gran film que merece su sitio en el western. Si podéis haceros con la versión restaurada en 2005 de 140 minutos mucho mejor. Aunque Peckinpah hizo un film de 155 minutos, supongo que esta última extensión nos acerca más a lo que él siempre pensó que podía haber sido su mejor obra.



lunes, 1 de febrero de 2016

RAÍCES PROFUNDAS


(Shane) - 1953

Director: George Stevens
Guion: A.B. Guthrie

Intérpretes:
- Alan Ladd: Shane
- Van Heflin: Joe Starret
- Jean Arthur: Marian Starret
- Jack Palance: Wilson
- Ben Johnson: Calloway

Música: Victor Young
Productora: Paramount Pictures
País: Estados Unidos

Por: Güido Maltese. Nota: 9

Joey: “Creo que le quiero mamá, casi tanto cómo a papá..."

He aquí uno de los mejores westerns del Cine, dirigido por George Stevens e interpretado por Alan Ladd, Van Heflin, Jean Arthur y Jack Palance.


Copiado, imitado y recordado por multitud de autores posteriores (Leone, Peckinpah, Eastwood, etc...)


La historia de Shane, un pistolero que huye de su pasado violento y encuentra refugio con una familia de granjeros que luchan por mantenerse en un territorio dominado por un ganadero que no acepta a los intrusos y pretende echarlos a toda costa.


Aunque la trama es previsible desde el inicio de la película, el director nos mantiene interesados en todo momento, gracias a un guión prácticamente sin fallas (A.B.Guthrie, según la novela de Jack Shaeffer), a una fotografía espléndida (Loyal Griggs), una gran banda sonora y unas actuaciones notables (incluso el soso y mal escogido Alan Ladd, se mueve cómo pez en el agua en su papel de Shane... lo que hubiera sido esta película con Kirk Douglas!).



Ya desde la llegada de Shane, que ve cómo es acosada la familia de Starret para obligarles a abandonar el valle y se coloca junto a Joe Starret para que los vaqueros sepan que no está sólo, Stevens nos engancha a la historia y consigue mantenernos atentos a pesar de que ya sabemos perfectamente lo que va a ser la película a grandes rasgos.



Que bien retrata, en el personaje de Shane, a ése pistolero solitario que busca una nueva vida y encuentra en la familia Starret todo lo que ansía, todo lo que nunca tuvo...




Y Van Heflin, perfecto en su papel de Joe Starret, un hombre honrado, de fuertes convicciones, apegado a la tierra, a su tierra, que con tanto sudor y esfuerzo ha sacado adelante. Líder y apoyo de los demás granjeros del valle, muchos deseando irse a otra parte, pero que aguantan gracias a la fortaleza, al orgullo y la tesonería de Joe...




Jean Arthur, cómo la esposa enamorada y fiel a su marido pero que ve tambalear su interior por la atracción hacia Shane. “Abrázame, no me digas nada, sólo abrázame” le dice a Joe cuando se da cuenta de la atracción que le produce Shane.




Aquí, Stevens no llega a la finura de Ford en “Centauros del Desierto” cuando nos descubre la atracción entre Martha e Ethan, pero claro, es que Ford era Ford.




Preciosa la relación que se crea entre Shane y el pequeño Joey Starret... Lástima que el niño se me haga tan insoportable con esa voz y esa manera de repetir incesantemente el nombre de “Shane”.




Cómo Shane, a petición de Joe, cuelga la pistola y evita enfrentamientos con los Ryker. Memorable la pelea con Ben Johnson y la posterior de Shane y Joe contra los Ryker y sus hombres. Así cómo inmenso Jack Palance en el papel de Wilson, pistolero contratado por Ryker para terminar con los granjeros.




Pero aún así, tiene que volver a empuñar las armas, para defender a la que ha sido su familia, para defender un estilo de vida que le estaba gustando, pero que no es para él. Que bien tratada la escena en que Joe decide ir a enfrentarse a Ryker y Shane se lo impide (“esto es lo mío,Joe”), golpeándole en la cabeza y ganándose el desprecio del pequeño Joey (“Has golpeado a papá con el revólver, te odio Shane!) con el posterior arrepentimiento de éste, que se lanza tras él en la noche para decirle que le quiere, que no le odia.




Y así, llegamos al esperado duelo entre Shane y Wilson, al que asistimos con la misma expectación que Joey (escondido tras la puerta) y al sublime final de Shane alejándose a caballo hacia las montañas mientras el pequeño Joey grita “Shane, no te vayas Shane!!” y las montañas le devuelven el eco.

“Dile a tu madre que ya no quedan revólveres en el valle”, le dice Shane antes de partir y dejando bien claro que alguien con un pasado cómo el suyo nunca podrá ser parte de una familia, de una comunidad, de una vida en paz en definitiva...


En fin, una gran película, que fue inspiración de muchos... recordemos que Joe de “Por un puñado de dólares” de Leone, es un pistolero que llega de repente, nadie sabe de dónde y que se va por dónde vino, al igual que Shane.



Y no olvidemos “El Jinete Pálido”, quizas el mejor western de Eastwood después de “Sin Perdón”, que es un remake en toda regla de “Raices profundas”. Y tantas y tantas otras...



domingo, 20 de diciembre de 2015

GRUPO SALVAJE

(The Wild Bunch) - 1969

Director: Sam Peckinpah
Guión: Walon Green y Sam Peckinpah

Intérpretes:
- William Holden: Pike Bishop
- Ernest Borgnine: Dutch Engstrom
- Robert Ryan: Deke Thornton
- Warren Oates: Lyle Gorch
- Ben Johnson: Tector Gorch
- Edmond O´brien: Freddie Sykes
- Jaime Sánchez: Ángel
- Emilio Fernández: Mapache
- Strother Martin: Coffer
- L.Q. Jones: T.C.

Música: Jerry Fielding
Productora: Warner Bros.
País: Estados Unidos

Por: Güido Maltese. Nota: 9

Dutch: “¡Maldita sea ese Deke Thornton!!!”
Pike: “¿Qué harías tú en su lugar?....¡ha dado su palabra!”
Dutch: “¡Le dio su palabra a un ferrocarril!!!”
Pike: “¡Es su palabra!!!”
Dutch: “¡Eso no importa!!!....¡Lo que importa es a quién se le da!!!”

Tengo el gran honor de encargarme de esta reseña que da nombre a nuestro blog.....gracias a mis compañeros Jesús, Valen y Xavi por no discutir en ningún momento sobre quién sería el responsable de la reseña “estrella” que da nombre a nuestro grupo de amantes del Western.


¿Qué es lo que me atrae a mí del western?: ¿Los tiros? ¿Los grandes espacios? ¿Las armas? ¿Las peleas?....nada de eso, debo ser muy romántico, porqué lo que a mí me llena de las películas del Oeste son la Amistad, la Lealtad, el Honor y el Orgullo que se describen en muchas de ellas. Y esta que nos ocupa tiene grandes dosis de todo ello, de ahí que sea uno de mis westerns preferidos. Si a esto le unimos que está dirigida magistralmente por el sin par Sam Peckinpah e interpretada notablemente por unos grandes actores del Hollywood clásico (Holden, Borgnine, Ryan, O`Brien...), del que soy gran amante también, pues me presenté voluntario sin dudarlo para  comentar este grandioso film e intentar darle la dimensión que se merece.


Ante todo, hay que dejar claro que estamos ante un western de los denominados “crepusculares”. De hecho, aunque existan antecedentes que veremos a continuación, lo considero el western que inauguró el término “Crepuscular” en el género.



En 1956, John Ford, en una de sus obras maestras, nos adelantó un esbozo del personaje “crepuscular” encarnado por Ethan Edwards en “Centauros del Desierto”. Ese hombre que no encuentra su sitio en los tiempos que corren, que no es capaz de cambiar y adaptarse a las nuevas formas de vida de los que le rodean, que permanece anclado en el pasado, dónde la ley del más fuerte y la violencia decidían la suerte y el destino de uno.


John Ford retoma el personaje en el 62, está vez representado en Tom Doniphon en la magistral “El hombre que mató a Liberty Valance” y el mismo Peckinpah, también en 1962, nos regala esa joya que es “Duelo en la Alta Sierra” en la que unos maduros Randolph Scott y Joel McCrea bordan unos personajes en el ocaso de sus vidas de rudos hombres de armas y violencia. También Sergio Leone, en 1968, le da un tono crepuscular a su colosal “Hasta que llegó su hora”, no hay más que recordar la conversación entre Harmónica (Bronson) y Frank (Fonda) al final de la cinta: “Hombres, una vieja raza...llegarán otros Morton y la harán desaparecer”.

Bien, una vez introducidos los antecedentes (seguramente hay más, pero creo que no hace falta profundizar más en el tema), llegamos a 1969 y a “Grupo Salvaje”, Pike Bishop y su banda llegan a una ciudad, haciéndose pasar por soldados, para asaltar el banco; lo que no saben es que los hombres contratados por el ferrocarril y capitaneados por Thornton (antiguo miembro de la banda y amigo de Pike) les esperan emboscados en los tejados. Un espectacular tiroteo, de una violencia inusitada, cruda y cruel, nos sirve de antesala para iniciar un viaje con Pike y los suyos hacia el ocaso.


Pero empecemos por desgranar los personajes de esta gran historia de amistades, lealtades y honor. Por un lado tenemos a la banda de Pike Bishop, hombre duro y curtido tras una vida de atracos y robos, que no duda un segundo en pegarle un tiro a uno de sus hombres herido con tal de no aminorar la marcha y seguir huyendo hacia México. Dutch, mano derecha de Pike y fiel escudero, siempre dispuesto a enfrentarse con cualquiera que se oponga a su amigo. Lyle y Tector Gorch, hermanos inseparables y algo cortos de entendederas, que necesitan de un jefe como Bishop que piense por ellos. Ángel, miembro de origen mexicano y el viejo Sykes, encargado de esperarles en la frontera con caballos de refresco. Peckinpah juega muy bien con los roles de los componentes de la banda. Vemos que el grupo está dividido en cuánto tocan el tema del reparto. De un lado Pike y Dutch y, de otro, Lyle y Tector, quedando Ángel y Sykes un poco a la expectativa, pero todos acaban riendo a carcajadas juntos, demostrando que son un grupo compacto, unido. A lo largo del film asistimos a varias de estas escenas que acaban en camaradería. Memorable la que todos se pasan la botella de whisky entre ellos saltándose el turno de Lyle y hasta su hermano Tector le gasta la broma.


Por otro lado está Thornton, que ha hecho un trato con el ferrocarril: atrapar a Pike para no volver a la cárcel de Yuma. Unos flashbacks nos descubren que Pike y él eran amigos y los maltratos que sufrió en prisión, por lo que prefiere cazar a su amigo que volver allí. Sus hombres son unos cazarecompensas andrajosos y sin moral que disfrutan disparando contra lo que sea, destacando entre ellos Coffer y T.C., máximos exponentes de lo peor de la naturaleza humana (aquí me gustaría comentar la similitud que veo con los personajes del Spaghetti Western: sucios, despiadados, amorales)

Peckinpah elabora y define perfectamente las diferencias entre perseguidos y perseguidores; los primeros con un código de honor y los segundos sin más código que la codicia por las recompensas, a excepción de Thornton, que se debate entre la traición que está cometiendo y el miedo a volver a prisión.


Una vez adentrados en México, y siempre perseguidos por Thornton y los suyos, la banda se topa con el corrupto general Mapache y sus tropas federales. Aunque Ángel, en un arrebato de locura y celos, mata a su novia que es la prostituta de Mapache, consiguen el encargo de robar un tren de armas en la frontera a cambio de 10.000$. Una vez cumplida la misión, Mapache retiene a Ángel y Pike intenta comprarlo a cambio de su parte del botín. Mapache se niega y, ante la gran cantidad de soldados, nada pueden hacer, así que deciden beber y buscar consuelo y descanso con las prostitutas del cuartel. Pero ninguno olvida lo sucedido y cuando Pike entra en la habitación de Lyle y Tector, le basta una palabra para que le sigan: “Vámonos”...cuando Dutch les ve salir a los tres, su sonrisa de satisfacción nos indica lo que va a suceder a continuación: una de las escenas más violentas y sangrientas del western! Mapache accede a entregarles al maltrecho Ángel, pero en el momento de soltarlo lo degüella sin compasión delante de sus cuatro compañeros y la reacción de estos ya forma parte de la historia del Western y del Cine.


Peckinpah borda su labor de dirección en la que, para mi gusto, es su mejor película, pero no hay que olvidar que sin la magnífica fotografía de Lucien Ballard y la gran labor del diseño de producción el resultado no habría sido tan espectacular.


Siendo un western crepuscular, la acción está mucho más presente de lo habitual en este tipo de producciones, que suelen ser más pausadas para realzar ese “ocaso del pistolero”. Aquí Peckinpah marca la diferencia con el resto, combinando perfectamente la acción y el lirismo del film y no cayendo en ningún momento en periodos de calma excesivamente largos.


Cada personaje está perfectamente definido, tanto individualmente cómo parte integrante de un grupo.




Las dos grandes escenas de tiroteo son una obra maestra, aunque el tiroteo final siempre quedará en la historia del Cine y será la seña de identidad del film. Las ralentizaciones de cámara, la sangre tras los impactos de bala, la coreografía de los actores y extras, la violencia sin concesiones, todo está perfectamente engranado para conseguir un resultado visualmente espectacular.



El guión, impecablemente desarrollado, sin altibajos, sin derivas ni desconexiones que nos hagan relajarnos del visionado. El ambiente crepuscular del film durante todo el metraje es más que evidente. Unos hombres ya maduros que pretenden dar su último golpe y retirarse a una vida más tranquila (ojo a la escena en que a Pike se le rompe el estribo y sube al caballo a duras penas mientras Tector cuestiona su liderazgo), Una época que ya no es la suya, pero los valores que les impulsan en la vida siguen totalmente vivos en ellos: Esa Amistad, Lealtad y Honor de las que hablaba al principio están presentes durante toda la película; prefieren mantenerse fieles a sus principios aunque sepan que eso les llevará a la muerte, una muerte que siempre supieron que llegaría, pero que sólo aceptan por la lealtad debida al compañero caído y el orgullo herido. La Amistad sin casi palabras, sólo bastan unos gestos para entenderse, una mirada. “Vámonos”, dice Pike, “¿Por qué no? contesta Lyle después de una breve mirada a Tector... y al salir, Dutch lo entiende perfectamente y su sonrisa nos muestra el alivio del que sabe que no podría vivir traicionando sus principios, su honor. La muerte de los protagonistas, defendiéndose unos a otros hasta el final; “Vamos Dutch, maldita sea!!”, “Pike, Pike...Pike, Pike”. El respeto de Thornton al llegar al lugar de la matanza y recoger el revólver de Pike, su código de honor enviando a sus hombres hacia la muerte. Todo el film nos narra el final de una época, el final del viejo oeste, el final de los pistoleros y, sobretodo, el final de la concepción de unos valores fuertemente arraigados en unos hombres que pertenecieron a otros tiempos, hombres duros y despiadados pero leales a sus principios hasta sus últimas consecuencias, hasta la muerte...


“¿Y nosotros, Pike? ¿Crees que hemos aprendido algo al equivocarnos hoy?”
“Espero que haya sido así”
Evidentemente, no lo fue!



Las interpretaciones son otro de los logros del film, Holden, Borgnine y Ryan magistrales, pero los secundarios no desentonan: Oates y Johnson están sublimes, O`Brien inmenso y Strother Martín bordando el papel de loco desequilibrado. Las localizaciones perfectas, con algunos parajes realmente bellos y apoyados por la espectacular fotografia de Ballard. La música de Fielding, sin llegar a ser una maravilla, acompaña perfectamente durante todo el metraje. Mención especial a los títulos de crédito, con esas paradas de la acción tornándose en fotos fijas en blanco y negro solarizado.



Por último, comentar un detalle que se repite durante todo el film: los niños.



Presentes desde la primera escena, echando un escorpión a las hormigas para después prenderles fuego, abrazados en medio del tiroteo, en Agua Verde, el niño que le lleva el telegrama a Mapache en medio de la batalla, el bebé de la prostituta, etc,,, Niños en casi todas las escenas.



No logro descifrar el mensaje, pero algo nos quiere decir Peckinpah.
“Todos soñamos con volver a ser niños, incluso los peores de nosotros... tal vez más que nadie”, le dice el viejo en Agua Verde a Pike. ¡Os toca buscarle el significado!


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Por: Xavi J. Prunera. Nota: 9

Llevo más de quince años a la caza y captura de un western que pueda situarse al nivel de “Hasta que llegó su hora”, la mejor película del oeste de la historia del cine. Incomprensiblemente, hasta ayer noche no había tenido ocasión de visionar “Grupo salvaje”. Increíble, pero cierto. La tenía ahí, acurrucadita en un rincón, como hacemos con un buen vino o un buen whisky. Esperando la ocasión. Esperando ese momento especial para degustarla con placidez y fruición. Anoche descorché y desvirgué “Grupo salvaje”. Bueno, tal vez lo más correcto sería decir que “Grupo salvaje” me metió un par de ostias y me quitó la caraja de encima. Yo que creía que con los spaghettis de Leone ya había visto todo lo que quedaba por ver!!! Craso error. Peckinpah es mucho Peckinpah. Ahí queda eso.

Por fin me di cuenta a qué se refería la gente con esa manoseada expresión de “crepuscular”. Crepuscular es “Grupo salvaje”. Crepuscular es corroborar que a pesar de esa violencia gratuita que impregna la peli, que a pesar de esa amoralidad y anarquía que la caracteriza y que a pesar de ese profundo desencanto aliviado a base de putas, risotadas y lingotazos se esconde, subrepticiamente, un férreo código de honor. Un código fraguado a base de sangre, balazos y polvo. El polvo de México. Territorio de inadaptados. Territorio de hormigas y escorpiones.

(Reseña publicada por Xavi J. Prunera en FilmAffinity el 2-9-07)

TRAILER