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jueves, 10 de mayo de 2018

WICHITA, CIUDAD INFERNAL

(Wichita, 1955)

Dirección: Jacques Tourneur
Guion: Daniel B. Ullman.

Reparto:
- Joel McCrea (Wyatt Earp)
- Vera Miles (Laurie McCoy)
- Lloyd Bridges (Gyp Clements)
- Wallace Ford (Arthur Whiteside)
- Edgar Buchanan (Dock Black)
- Peter Graves (Morgan Earp)
- Keith Larsen (Bat Masterson)
- Carl Benton Reid (Mayor Andrew Hope)
- John Smith (Jim)
- Walter Coy (Sam McCoy)
- Robert J. Wilke (Ben Thompson)
- Jack Elam (Al)

Música: Hans J. Salter
Productora: Allied Artits (USA)

Por Jesús Cendón. NOTA: 7’5

“No pierda la esperanza. No dude que ese hombre ha nacido para ejercer la ley”. Conversación sobre Wyat Earp mantenida por el juez Andrew Hope y Sam McCoy, uno de los benefactores de la ciudad de Wichita


Cuando se cita a Jacques Tourneur (1904-1977), director generalmente enmarcado en producciones de presupuesto bajo o medio aunque este hecho no le impidió dirigir a grandes estrellas como Robert Mitchum, Kirk Douglas o Burt Lancaster, recordamos el tríptico de películas de corte fantástico realizadas entre 1942 y 1943 junto a Val Lewton para la RKO (“La mujer pantera”, “El hombre leopardo” y “Yo anduve con un zombie”), género al que regresaría con la excelente “La noche del demonio” (1957); así como “Retorno al pasado” (1947), obra maestra del cine negro, y dos maravillosos filmes de aventuras tan vitalistas como dinámicos: “El halcón y la flecha” (1950) y “La mujer pirata”(1951).



Sin embargo su contribución al wéstern, que sin alcanzar el áltísimo nivel de los títulos anteriormente citados no es nada desdeñable, suele olvidarse a pesar de constituir uno de los géneros más abordados por el realizador francoestadounidense a lo largo de su carrera y de que tanto “Estrellas en mi corona” (1950), mixtura entre drama rural y wéstern, como “Wichita, ciudad infernal” se encontraban entre sus películas preferidas.



El filme fue producido por la Allied Artits, compañía fundada a iniciativa del mítico productor Walter Mirish quien como productor ejecutivo de la Monogram (minor hollywoodiense surgida en los años treinta y especializada en filmes de muy bajo coste, fundamentalmente pertenecientes al género wéstern) convenció a su dueño, Steve Broidy, para crear una nueva división con el objeto de realizar producciones algo más prestigiosas y costosas. Allied Artits y Monogram convivirían desde 1946 hasta 1953, año en el que la segunda quedaría definitivamente integrada en la primera.



ARGUMENTO: A Wyatt Earp, un excazador de bisontes, tras abortar el asalto al banco de Wichita le ofrecen el cargo de sheriff de la ciudad. Inicialmente lo rechazará pero tras la muerte accidental de un muchacho decidirá acabar con los disturbios provocados por los ganaderos, actitud que le granjea la enemistad de los comerciantes locales temerosos de perder los pingües beneficios que aquellos les reportan.



Wyatt Earp, figura clave en la mitología del Lejano Oeste, ha sido llevado a la pantalla en numerosas ocasiones, pero casi siempre teniendo como referencia su famoso enfrentamiento con el clan de los Clanton en el OK Corral de la ciudad de Tombstone. La originalidad de la cinta de Tourneur radica al mostrarnos a un Earp en un período anterior al del legendario tiroteo.



La presentación del personaje supone toda una declaración de principios por parte del director. Así, al igual que los ganaderos, contemplaremos en lontananza su diminuta figura perdida en la grandiosidad del paisaje. Con este plano, Tourneur humaniza al mito y muestra su fragilidad como la de cualquier ser humano; para a continuación engrandecer su figura enfocándolo más de cerca montado a caballo en un suave contrapicado, para lo que situa la cámara a la altura de los ganaderos sentados en la hierba. La intención del director, como luego se confirmará a lo largo de la película, es manifiesta: la grandeza del personaje no radica en sus habilidades sobrehumanas, como les ocurría a los héroes de la mitología griega hijos de dios y mortal, sino tan sólo en su interior; en su código de honor, en su sentido de la justicia y en sus principios éticos superiores a los de los hombres con los que se relaciona.



Porque la película sobre todo trata de la defensa de la justicia y de la legalidad frente a intereses espurios (el protagonista en un momento dado llega a afirmar: “No se trata de quien tienen razón sino de lo que es justo”) y de la fidelidad a uno mismo y a unos valores aunque este hecho suponga el enfrentamiento con los demás.



Así, el trabajo de Torneur destaca, junto a su probada elegancia, su talento para la puesta en escena y el gran partido desde el punto de vista formal que obtiene del formato en Cinemascope, por volver a utilizar una historia aparentemente simple para abordar temas de gran hondura, ofreciendo una visión ácida del desarrollo de los EEUU.



Para ello nos presenta una ciudad, Wichita, que acaba de convertirse en uno de los nudos ferroviarios más importantes del país. Una urbe, por tanto, en pleno crecimiento y desarrollo al ser clave en el transporte del ganado a otros territorios del estado pero que, al mismo tiempo, sufre las contrariedades de este enriquecimiento personificadas en forajidos y, sobre todo, cowboys que toman al asalto la ciudad en noches de excesos y alcohol. Al intentar frenar estos excesos, tras haber sido nombrado sheriff, Earp se encontrará con la incomprensión, cuando no el rechazo, de los voraces especuladores de la ciudad que, anteponiendo sus intereses económicos al bienestar de la mayoría de los ciudadanos, sentirán la actitud y el comportamiento del héroe como un freno al engrandecimiento de la ciudad y a su enriquecimiento personal. Así los mismos que le nombraron para que les protegiera de los bandidos, conspirarán contra él con el objeto de destituirle.

El mensaje es claro, el capital, representando por los prohombres de la ciudad, se sirve de la ley y la utiliza en su propio beneficio, aunque esta actitud afecte a la convivencia y perjudique a la mayoría.





En este sentido cobran gran importancia dos escenas, una primera en la que se reúnen el juez y tres de los próceres de Wichita para conspirar contra Earp y la posterior cena de estos con Wyatt, en la que el sheriff, con una lógica democrática impecable, les acusa de arrogarse la representación de la población de la urbe, derecho cuya posesión tan sólo corresponde a aquellos que han sido elegidos. Valores democráticos reafirmados por nuestro protagonista en otra escena, al afirmar ante Dock Blak (dueño de un saloon y declarado enemigo de Earp) que todos los ciudadanos son iguales y ninguno ostenta privilegios.



Al mismo tiempo el filme nos relata el fin de una época provocado por la expansión del ferrocarril (elemento fundamental para la civilización del oeste) y el nacimiento, con el desarrollo del capitalismo, de un período más sútil en el que los pistoleros darán paso a los especuladores cuya arma fundamental será el dinero, a través del cual controlarán a las distintas instituciones.



Para interpretar al personaje de Earp se escogió a Joel McCrea un actor con el que Tourneur había colaborado en dos wésterns anteriores: el citado “Estrellas en mi corona” (1950) y “El jinete misterioso” (1955), también conocido como “La ley del juez Thorne”, con el que “Wichita” guarda ciertas semejanzas. La elección no pudo ser más afortunada ya que, a pesar de contar cuando se rodó la película con cincuenta años mientras Earp no llegaba a los treinta, el actor nacido en California representaba como pocos intérpretes valores como la integridad, la honradez y la tenacidad; asociándose su imagen cinematográfica con la del héroe integro e incorruptible. Imagen ideal para encarnar a Earp, un hombre que, además, a lo largo de la película mostrará su rechazo por el uso de las armas (en distintas escenas afirma su intención de no matar a nadie).



De hecho, a lo largo de su dilatada carrera, Joel McCrea, además de dar vida a Wyatt Earp, interpretó a distintos personajes históricos elevados a mitos: Buffalo Bill, Sam Houston o Bat Masterson.



Junto a él, Vera Miles, actriz no excesivamente reconocida a pesar de haber realizado interpretaciones memorables para directores como John Ford, Alfred Hitchcock o Henry Hathaway, protagoniza la inconsistente historia de amor a la que, no obstante, Tourneur no presta demasiada atención para evitar la distracción del espectador de la trama principal; y un grupo de grandes secundarios habituales en este tipo de producciones encabezados por Wallace Ford como el alcoholizado y preclaro director del periódico, representante de un poder que sirve a la verdad constituyéndo un contrapeso a la voracidad especulativa de los grandes empresarios; Edgar Buchanan en el rol de Dock Black; y Lloyd Bridges y Jack Elam como dos de los pendencieros vaqueros.



En definitiva, estamos ante un wéstern que como lo califico el propio Tourneur “se apartaba de lo ordinario”. Una película, excelentemente fotografiada por Harold Lipstein y con un gran tema musical interpretado por la estrella del country Tex Ritter, contada en tiempo record, ochenta y un minutos,  por un magnífico director que a la pregunta de un periodista sobre cuál creía que sería su lugar en la historia del cine no dudó en contestar: “Ninguno… soy un realizador muy mediano, he hecho mi trabajo lo mejor posible, con todas mis limitaciones”. Actitud de la que podían tomar nota algunos directores actuales excesivamente pagados de sí mismos y empeñados en inventar el cine en cada plano.



Como curiosidades comentaros que Sam Peckinpah hizo un pequeño papel como empleado del banco y que Jody McCrea, hijo de Joel, también intervino en la película.


miércoles, 3 de mayo de 2017

TAMBORES APACHES

(Apache drums - 1951)

Dirección: Hugo Fregonese
Guion: David Chandler

Reparto:
- Stephen McNally: Sam Leeds
- Coleen Gray: Sally
- Willard Parker: Joe Madden
- Arthur Shields: Reverendo Griffin
- James Griffith: Teniente Glidden

Música: Hans J. Salter.
Productora: Universal International Pictures
País: Estados Unidos


Por Jesús Cendón. NOTA: 7

“Hay quienes siembran. Quienes trabajan por lo que quieren. Yo sólo recojo. Es mi obligación” (Conversación de Sam, un jugador, con Sally).


Última película y única filmada en color del mítico productor prematuramente desaparecido Val Lewton, recordado por sus indispensables filmes de terror realizados durante la década anterior: “La mujer pantera” (Jacques Tourneaur, 1942), “La séptima víctima” (Mark Robson, 1943) o “El ladrón de cuerpos” (Robert Wise, 1945). En esta ocasión formó tándem con Hugo Fregonese, director de origen argentino ubicado a principios de la década de los cincuenta en Hollywood, en donde rodó algunas westerns interesantes como “Denbow” (1952), “Soplo Salvaje” (1953) o “Fugitivos rebeldes” (1954); para continuar su trayectoria dirigiendo coproducciones en Europa y terminar regresando a su Argentina natal.


ARGUMENTO: La ciudad minera de Spanish Boot sufrirá el ataque de los apaches. Sam Leeds, un jugador expulsado de la urbe tras haber disparado contra dos ciudadanos, se convertirá en el inesperado líder de la resistencia contra los pieles rojas.


La película se enmarca dentro de lo que se denominó serie B, es decir producciones modestas, de duración escasa (en este caso apenas 75 minutos), sin grandes estrellas y destinadas a rellenar las sesiones dobles en las salas. Pero esto no supone que no constituyesen propuestas ambiciosas, dentro de sus limitaciones, tanto desde el punto de vista estético como temático. Y buena prueba de ello es este filme, que presenta ciertos aspectos muy interesantes.


En primer lugar la visión del Oeste, que se desmarca de la imagen generalmente idílica de los wésterns de esta época gracias, sobre todo, a tres personajes:


- El protagonista, Sam Leeds, un jugador alejado del prototipo de héroe clásico. Aquí se nos presenta como un hombre pendenciero, tendente a transgredir las leyes y al que no le importa poner en peligro a los ciudadanos con la excusa de la escasez del agua, cuando en realidad su decisión también se debe a su vanidad y tiene por objeto poner en evidencia al alcalde con el que está enfrentado por el amor de una mujer. Pero al mismo tiempo es un hombre franco, honesto y el único que no mantiene una actitud xenófoba respecto a los indios. La elección del actor para interpretarlo fue muy afortunada, ya que Stephen McNally estaba especializado en villanos y sabe aportar a su personaje la ambigüedad que requería.


- El alcalde, interpretado por Willard Parker, un hombre honrado y valiente, realmente preocupado por su comunidad a la que intenta proteger, como lo demuestra al final. Pero al mismo tiempo demasiado estricto con el cumplimiento de la ley, por lo que su rectitud se convertirá en un defecto. Así expulsará a las prostitutas de la ciudad provocando su aniquilación por los indios y se mostrará inflexible con Sam, quizás por la rivalidad anteriormente citada.


- El reverendo Griffith, al que dio vida el fordiano Arthur Shields, un individuo ambiguo y cargado de prejuicios. Junto con el alcalde será el causante de la expulsión de las prostitutas y mostrará constantemente su racismo y odio desmesurado hacia los indios, incluido el explorador del ejército; aunque también será capaz de jugarse la vida para proteger la de los colonos o de, al final, rezar junto al citado explorador; reconociendo, de esta forma, su error.


Igualmente, y a pesar de que los apaches carecen de cualquier tipo de tratamiento y parecen una fuerza de la naturaleza más que personajes, la película en su prólogo expone las causas por las que los indios se han levantado en pie de guerra al estar su territorio dividido entre dos estados, hecho que origina escasez y hambre. Así el salvajismo de los apaches aparece como la respuesta natural frente a la intolerancia del hombre blanco. Planteamiento bastante progresista teniendo en cuenta el año de producción de la película.


Si desde el punto de vista de su contenido la película es muy sugerente, no lo es menos estéticamente. Desde el primer plano que recuerda obligatoriamente al inicio de “Centauros del desierto”, al situar Fregonese la cámara en el interior de una estancia totalmente oscura y enfocar el exterior a través de la puerta; pasando por la estupenda presentación del protagonista con el objeto de acrecentar su ambigüedad moral o el sabio manejo de la cámara del director tanto en interiores como en exteriores; hasta llegar al estupendo y originalísimo clímax final, de aproximadamente media hora, desarrollado en la iglesia. Una noche infernal, en donde la mano de Val Lewton se antoja decisiva, con los protagonistas acosados en el interior del templo mientras escuchan los tambores de guerra de los indios a los que no pueden ver al encontrarse en un edificio escasamente iluminado (los asediados tan sólo dispondrán de velas) y cuyos únicos vanos están situados prácticamente en el techo; por lo que los colonos sólo pueden divisar a sus enemigos cuando saltan hacia el interior. Enemigos que, además, llevan sus cuerpos totalmente recubiertos con pinturas lo que les otorga cierto aspecto fantasmagórico o monstruoso, acentuado por el hecho de que al haber sido incendiado el pueblo y vislumbrarse por las ventanas las enrojecidas llamas (maravilloso tratamiento del color) parecen seres salidos del infierno. Todo ello consigue una atmósfera y una tensión, agravada porque los protagonistas al igual que el espectador no saben lo que realmente está ocurriendo fuera de las cuatro paredes de la iglesia, más cercanas al cine de terror o al fantástico que al wéstern.


Filme, por tanto, lleno de hallazgos en el que el escaso presupuesto se suple con talento e imaginación. Y son precisamente sus aciertos los que lo han convertido para determinados sectores, sobre todo en Europa, en una película de culto.


lunes, 1 de febrero de 2016

HORIZONTES LEJANOS

(Bend of the river) - 1952

Director: Anthony Mann
Guion: Borden Chase

Intérpretes:
- James Stewart: Glyn McLyntock
- Arthur Kennedy: Emerson Cole
- Julia Adams: Laura Baile
- Rock Hudson: Trey Wilson
- Jay C. Flippen: Jeremy Baile
- Chubby Johnson: Capitán Mello
- Harry Morgan: Shorty

Música: Hans J. Salter
Productora: Universal Pictures
País: Estados Unidos

Por: Jesús Cendón. Nota: 8,5

“Cuando una manzana está podrida si no la tiras a la basura echa a perder a las demás” “No es lo mismo un hombre que una manzana” (conversación entre Jeremy Baile, el jefe de los colonos, y Glyn McLyntock).

Segunda colaboración entre Anthony Mann (director), James Stewart (actor), Borden Chase (guionista) y Aaron Roosenberg (productor) que, con claras connotaciones bíblicas, aborda el tema de la difícil reinserción de los delincuentes en la sociedad a través de tres pistoleros que mantienen a lo largo de la película posicionamientos morales y éticos diferentes.




El filme narra las peripecias de una caravana de colonos que parten de Missouri (lugar de depravación y vicio) a Oregón buscando, al igual que el pueblo judío más de 3.000 años antes, la Tierra Prometida; en donde pretenden fundar una nueva colonia basada en el trabajo, la justicia y la paz. Para ello, contratarán a Glyn McLyntock (magnífico James Stewart) un guía que cuenta, al igual que Moisés, con un turbio pasado y se embarcará en un viaje, no sólo físico sino también existencial con el objeto de redimirse de su vida anterior.



Así Glyn, en determinado tramo de la película, será consciente de que la vida de los inmigrantes se encuentra en sus manos y no dudará, a pesar del peligro, en enfrentarse a aquellos que amenazan con acabar con la existencia de la comunidad de la que ha comenzado a formar parte. Su proceso de redención ha culminado, demostrando de esta manera que los hombres no son como las manzanas y pueden cambiar.



Junto a él Emerson Cole (memorable Arthur Kennedy), otro siniestro personaje que, atraído por el becerro de oro (los cien mil dólares ofrecidos por los mineros a cambio de las provisiones de los colonos), terminará por traicionar a su amigo.




Por último, nos encontramos con Trey Wilson, encarnado por un joven Rock Hudson, quien, al igual que el personaje de Laura (la habitual en este tipo de producciones Julia Adams), mantendrá una posición ambigua. Así, se verá atraído inicialmente por la riqueza pero terminará posicionándose a favor de los colonos.


Junto al tema principal de la redención se abordan otros como el de la construcción de los EE.U, con la marcha de los colonos al oeste en el que vivirán todo tipo de vicisitudes hasta poder asentarse; o la corrupción y el abuso del poder, al ser víctimas los inmigrantes de la ambición del cacique del lugar que especulará con los alimentos inicialmente vendidos a estos ante la posibilidad de obtener un mayor precio por ellos debido a su creciente demanda por parte de los mineros recién llegados.


En definitiva, estamos ante un excelente western de ritmo trepidante, sin tiempos muertos, con una magnífica utilización del fuera de plano; en el que el paisaje, como era habitual en Anthony Mann, se convierte en un elemento dramático más, y con secundarios difícilmente olvidables, como el capitán del barco al que se debe la frase más famosa de la película: “Nunca debimos abandonar el Mississippi”.