NOSOTROS

Mostrando entradas con la etiqueta Joel McCrea. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Joel McCrea. Mostrar todas las entradas

miércoles, 15 de noviembre de 2017

LA MUJER DE FUEGO

(Ramrod, 1947)

Dirección: André de Toth
Guion: Jack Moffitt, C. Graham Barker y Cecile Kramer.

Reparto:
Joel McCrea: Dave Nash
Veronica Lake: Connie Dickason
Don DeFore: Bill Schell
Donald Crisp: Jim Crew
Preston Foster: Frank Ivey
Arleen Whelan: Rose Leland
Charles Ruggles: Ben Dickason
Lloyd Bridges: Red Cates
Ray Teal: Ed Burna
Ian McDonald: Walt Shipley

Música: Adolph Deustch
Productora: Enterprise Production. (USA).

Por Jesús Cendón. NOTA: 7

“Walt no me ha abandonado. Él os miro a ti y a Frank y decidió que no me amaba lo suficiente para morir por mí” (Connie Dickason a su padre tras haber sido expulsado su amante, Walt Shipley, del pueblo).



ARGUMENTO: Tras ser abandonada por su amante, un ranchero dedicado a la cría de ovejas llamado Walt Shipley, por las presiones de los dos grandes ganaderos de la región, Frank Ivey y Ben Dickason, Connie, hija del último, decide hacerles frente. Para ello contará con la ayuda de Dave Nash, antiguo capataz de Walt, y de su amigo Bill Schell; aunque ambos se posicionarán de forma diferente respecto a la forma de actuar.



Película fruto de la colaboración entre Harry Sherman, productor independiente que inició su andadura con el cine silente y mostró su querencia por el wéstern (creó, entre otros, al personaje de Hopalong Cassidy), y la Enterprise Production, un pequeña compañía que en sus escasos tres años de vida se especializó en el noir con títulos como “Cuerpo y alma” (Robert Rossen, 1947), “La fuerza del destino” (Abraham Polansky, 1948) y “Atrapados” (Max Ophuls, 1949).La compañía llegó a un acuerdo de colaboración con Joel McCrea, pero su cierre en 1949 alteró estos planes. No obstante le dio tiempo a producir en 1948 “Cuatro caras del oeste”, un peculiar western dirigido por Alfred E. Green y protagonizado por el mencionado McCrea.

Pero volvamos al filme que nos ocupa. El resultado de la cooperación entre Sherman y la Enterprise fue una película original que buscó nuevos caminos para el western, anunciando en ciertos aspectos la corriente psicológica de este género y, sobre todo, se configuró como una mezcla de western y cine negro, del que toma prestado desde la atmósfera, gracias al gran trabajo de Russell Harlan (operador habitual de Howard Hawks), hasta determinados personajes, como el de la femme fatale para la que se escogió a Veronika Lake, actriz identificada con el noir a través de películas como “El cuervo”, “La llave de cristal”, ambas de 1942, y “La dalia azul” (1946) en las que formó pareja con Alan Ladd.



El proyecto se ofreció inicialmente a John Ford, pero este lo rechazó ya que estaba inmerso tanto en el rodaje de “Pasión de los fuertes” como, tras haber fundado la Argosy Pictures, en la producción de su próxima película (“El fugitivo”). El director de origen irlandés recomendó a André de Toth, un sólido realizador nacido en Hungría pero afincado en Los Ángeles tras haber huido de la barbarie nazi. Y su elección no pudo ser más afortunada, porque si por algo destaca este western es por su cuidada realización, patente en el inicio del filme a través de un gran travelling en el que nos presenta a los dos personajes principales entrando en el pueblo. Comienzo que marca el estilo de la película caracterizado por los abundantes planos secuencia acompañados de precisos movimientos de cámara; así como, por la certera utilización de la profundidad de campo a través de encuadres muy cuidados entre los que destacan aquellos en los que sitúa la cámara en el interior de una habitación enfocando a una ventana, con lo que consigue mostrarnos en un sólo plano lo que ocurre en el exterior y en la estancia o la escena de la cueva, de nuevo enfocando la cámara hacia afuera, con lo que obtiene un acertado contraste entre el interior de la caverna, en total oscuridad, y el luminoso exterior. Además de rodar escenas memorables como la del enfrentamiento nocturno entre Bill y Frank o el duelo final.




Sin duda, la dirección se muestra muy superior a un guion escrito a tres manos y basado en una novela de Luke Short, del que también se llevaron a la pantalla grande otros relatos como “Sangre en la luna” (Robert Wise, 1948) o “El valle de la venganza” (Richard Thorpe, 1951). Un libreto, con sus luces y sus sombras, bastante desconcertante y confuso durante los minutos iniciales al hacer constantes alusiones a personajes y situaciones desconocidos para el espectador como si este ya supiera de su existencia, dando la sensación de que a la película le falta una introducción que no sé si se quedó en la sala de montaje. Al mismo tiempo que no sabe sacar todo el provecho del enfrentamiento dramático entre Connie y su padre, ni explica suficientemente el estrecho vínculo entre este y Frank y la ascendencia del último sobre el primero. A su favor, sin embargo, cabe destacar sus reflexiones sobre la violencia, la legalidad y el abuso de poder, y los personajes principales, muy bien construidos y de una complejidad mayor de lo habitual.



Esta irregularidad se aprecia también en el elenco principal.

En primer lugar nos encontramos con Joel McCrea en el papel de Dave, el antiguo capataz de Walt. Un personaje, firme defensor de la legalidad, que ayudó a forjar su imagen de héroe integro e incorruptible, aunque ofrece matices peculiares que lo enriquecen. Así desde el inicio se nos informa de sus problemas con el alcohol, fruto de la pérdida de su mujer y su hijo. Por otra parte, su bondad o falta de intuición y entendimiento le llevará a ser engañado tanto por Connie como por Bill y a mostrarse desorientado en relación con los hechos. Y por último, en el más puro estilo del cine negro, será víctima de la fatalidad. De esta forma, aparece como un individuo sobrepasado por los acontecimientos y arrastrado por las circunstancias; tomando sus decisiones en función de aquellas. En definitiva, da la sensación de no ser dueño de su propio destino. Además este personaje le sirve a de Toth para mostrar su rechazo a la violencia, exponiendo de forma descarnada sus consecuencias.



Veronica Lake, a la sazón esposa en aquella época de André de Toth, volvió a formar pareja con McCrea tras la deliciosa comedia “Los viajes de Sullivan” (Preston Sturges, 1941) al dar vida a Connie, pero se muestra carente del carisma que su personaje requería; una auténtica femme fatale en torno a la cual gira la trama de la película. Mujer fría, calculadora, ambiciosa, inteligente, dura y manipuladora que utilizará a los hombres para conseguir sus objetivos. Buena muestra de su carácter es la frase que pronuncia al principio de la película en relación con sus planes y el probable enfrentamiento con Frank y sus hombres: “Siendo mujer no me harán falta armas”. Pero al mismo tiempo de Toth va a resaltar su fortaleza, en contraposición con la debilidad mostrada por su amante o su propio padre, y su determinación para combatir a un individuo del poder de Frank. En este sentido es un personaje que entroncaría con las protagonistas de las posteriores “Encubridora” (Fritz Lang, 1952), “Johnny Guitar” (Nicholas Ray, 1954), “Hombres violentos” (Rudolph Maté, 1954) y “Cuarenta pistolas” (Sam Fuller, 1957).



Mientras que en Don DeFore recae para mí el personaje más interesante del filme por su ambigüedad. El actor encarna a Bill, antiguo camarada de Dave y prototipo del vaquero de espíritu libre (“Trabajar ¿Para qué? Aún tengo dinero” le comenta a Dave cuando este va a buscarle). Leal a sus amigos, no dudará en ponerse del lado de Dave cuando este reclame su ayuda e incluso se sacrificará por él; pero al mismo tiempo cuenta con un reverso tenebroso y actuará a espaldas de su camarada. Primero provocando a uno de los hombres de Frank al que posteriormente asesinará, y después, obedeciendo las instrucciones de Connie, al provocar la estampida de su ganado; actuación que precipitará el drama.



Junto a ellos nos encontramos con Donald Crisp como el honrado sheriff que intentará evitar el baño de sangre y Preston Foster como el magnate Frank Ivery, un personaje a priori interesante pero poco desarrollado.



En definitiva “La mujer de fuego”, alabada por realizadores como Bertrand Tavernier o Martin Scorsese, nos muestra a un director de gran talento, generalmente encuadrado en producciones de bajo presupuesto y autor de wésterns como “El honor del capitán Lex” (1952), “Los últimos comanches” (1953), “Pacto de honor” (1955) y, su mejor aportación a este género, “El día de los forajidos” (1959), en los que dejó constancia de su gran capacidad visual y de su fiabilidad para poner en pie cualquier encargo con resultados más que aceptables.




miércoles, 17 de mayo de 2017

FORT MASSACRE

Fort Massacre - 1958

Dirección: Joseph M. Newman
Guion: Martin Goldsmith

Reparto:
- Joel McCrea: Sargento Vinson
- Forrest Tucker: Soldado McGurney
- Susan Cabot: India
- John Russell: Soldado Robert W. Travis
- Anthony Caruso: Pawnee
- Denver Pyle: Soldado Collins

Música: Marlin Skyles
Productora: The Mirisch Corporation
País: Estados Unidos
Por Jesús Cendón. NOTA: 7

“El odio va creciendo en tu interior hasta que acaba con cualquier otro sentimiento: dolor, amor e, incluso, temor” (Conversación entre el sargento Vinson y el soldado Robert W. Travis) 


Primera película de Walter Mirisch a través de la recién creada The Mirisch Corporation, productora independiente responsable de wésterns como “Misión de audaces” y “Los siete magníficos”; thrillers del nivel de “En el calor de la noche”, por la que obtuvo el Oscar; o todas las comedias desde finales de los cincuenta y durante la década de los sesenta dirigidas por Billy Wilder.


Para su primera producción escogió a Joseph M. Newman, un correcto profesional que había dado muestras de su valía con los estupendos thrillers “Al filo de la vida” (1950) y “Travesía peligrosa” (1953); quien con “Fort Masacre” filmaría su mejor western, género al que volvería con la interesante “El sheriff de Doge City” (1959) película, también protagonizada por Joel McCrea, sobre la dualidad entre la justicia y la ley; y la fordiana “Fort Comanche” (1961), adaptación de una novela corta de James Warner Bellah recientemente publicada por Valdemar en su indispensable colección Frontera.


ARGUMENTO: Tras haber sido prácticamente aniquilada la compañía C, incluidos los oficiales, toma el mando el Sargento Vinson con el objeto de regresar a Fort Crane, situado a unas 100 millas de distancia. Pronto los soldados supervivientes recelarán de él al sospechar que sus intenciones son diferentes.


Si hay un adjetivo que puede definir a este filme es moderno ya que, rodado a finales de los cincuenta, anticipa la evolución de este género desde aproximadamente mediados de la década siguiente. Así no es difícil apreciar en esta película el germen de filmes tan destacados como “Río Conchos” (Gordon Douglas, 1964) o “La venganza de Ulzana” (Robert Aldrich, 1972) o los wésterns de Sam Peckinpah (al igual que ocurría en “Mayor Dundee”,  filmada por el director californiano en 1964, la cinta comienza y finaliza con las palabras escritas en un diario de uno de los supervivientes).

¿Y cuáles son esas características que anticipan el devenir del género en los años sucesivos?


En primer lugar, la visión nada heroica del Oeste al estar habitado por unos individuos a los que tan sólo les motiva su propia supervivencia y alcanzar una meta, Fort Crane. Así uno de los soldados ante la posibilidad de tener  que proteger una caravana llega a preguntarse: “¿Quién quiere morir por un grupo de colonos?”


También nos encontramos con un tratamiento más explícito de la violencia que culmina con el apocalíptico enfrentamiento final, excelentemente rodado por Newman, de los supervivientes con una partida de indios que les doblan en número. Una matanza inútil que quizás se podría haber evitado. Se trata de un final profundamente nihilista acorde con el tono desesperanzado de la película.

Por último, debemos señalar a  los protagonistas. Son personajes  alejados de los estereotipos de este género que a lo largo del filme irán mostrando sus sentimientos y temores. De entre todos ellos destacan dos:


- El soldado Travis, muy bien interpretado por John Russell (1), un hombre culto y reflexivo pero también dubitativo e incapaz de tomar sus propias decisiones (ante la pregunta del sargento en el sentido de que nunca tiene una opinión, no duda en responder “Sí, odio los terremotos”); aunque al final tendrá que tomar una resolución drástica. Es un personaje puente entre el resto de los soldados que cuestionan la autoridad del sargento Vinson y el propio sargento, intentando en todo momento comprender a este y los motivos que inducen sus actos.


- El sargento Vinson, claro antecedente del comandante Lassiter en la mentada “Río Conchos”, al que dio vida Joel McCrea. Estamos ante uno de los papeles más oscuros del intérprete de California. Un individuo dual que se debate entre el cumplimiento de su deber y el odio cerval que siente por los pieles rojas al haber asesinado estos a su mujer e hijos. Un ser torturado del que no conoceremos sus verdaderas motivaciones hasta el final de la película.


Y es el hecho anterior uno de los elementos más positivos del wéstern, puesto que Newman nos aportará sobre el sargento Vinson la misma información que tiene el soldado Travis; por lo que, como él, dudaremos durante casi todo el metraje del comportamiento del suboficial sin poder adoptar una opinión firme sobre su conducta, máxime teniendo en cuenta que es un hombre capaz de mostrarse convincente a la hora de razonar su forma de actuar. ¿Es por su odio capaz de sacrificar a sus hombres con tal de acabar con el mayor número de indios o hizo lo que pensaba que era mejor en cada momento? Duda, que como ya he comentado, se resolverá al final del filme. En este sentido creo que fue un acierto contar con Joel McCrea, actor prototipo del héroe clásico, con el objeto de acentuar aún más la incertidumbre sobre su personalidad.



Sin duda, respecto a este planteamiento tuvo una importancia decisiva el concurso del guionista Martin Goldsmith (autor del magnífico libreto de “Detour”, un clásico del cine negro B) que despachó un magnífico guion con excelentes diálogos a través de los cuales abordó temas como el odio racial, el abuso de autoridad, la falta de capacidad para ejercer el liderazgo o el obligatorio sometimiento a la autoridad, que queda perfectamente definida por el soldado McGurney (típico veterano indisciplinado al que dio vida convincentemente el habitual Forrest Tucker) al preguntarse en voz alta en referencia al sargento Vinson si es traición odiar a un carnicero.


La estupenda fotografía de Carl E. Gutrie, con unos paisajes magníficamente retratados, que dota a la película de una atmósfera opresiva a pesar de estar rodada totalmente en exteriores, redondea un gran propuesta situada muy por encima de otros westerns de serie B, por lo que merece ser rescatada del olvido.


(1) Actor con un imponente físico, medía 1,91 metros, y evidente talento fue un rostro habitual de este género desde finales de los años cuarenta, apareciendo en títulos tan destacados como “Cielo amarillo” (William Wellman, 1948) como el rijoso compañero de Stretch; “Frenchie” (Louis King, 1950) en la que coincidió con Joel McCrea; “La última orden” (Frank Lloyd, 1955) sobre la batalla de El Alamo; “Río Bravo” (Howard Hawks, 1959) en el rol del poderoso Nathan Burdette; o “Emboscada” (Gordon Douglas, 1959) en la que encarnó a un piel roja. Incluso protagonizó la serie “Lawman” de la que se filmaron 156 episodios a lo largo de cinco años. A partir de mediados de los sesenta comenzó su decadencia motivada, entre otras razones, por sus problemas con el alcohol; siendo rescatado por Clint Eastwood en dos títulos muy significativos de su filmografía wéstern: “El fuera de la ley” (1975) y “El jinete pálido” (1985).

domingo, 20 de diciembre de 2015

DUELO EN LA ALTA SIERRA

(Ride the Hight Country) - 1962
Dirección: Sam Peckinpah
Guión: N. B. Stone Jr.

Intérpretes:
- Randolph Scott: Gil Westrum
- Joel McCrea: Steve Judd
- Mariette Hartley: Elsa Knudsen
- Ron Starr: Heck Longtree
- Edgar Buchanan: Judge Tolliver
- R. G. Armstrong: Joshua Knudsen

Música: George Bassman
Productora: Metro Goldwyn Mayer
País: Estados Unidos


Por: Xavi J. Prunera. Nota: 9

Steve Judd: "En algún lugar del camino, olvidaste que eras mi amigo".

“El western es la vida” me comentaron en cierta ocasión. Y aunque no recuerdo cuando ni quién pronunció tan lapidaria sentencia, debo admitir que es verdad. Una verdad como un templo. Porque todo, absolutamente todo y más, podemos encontrarlo en un buen western. Sobre todo si es tan sobrio y maduro como “Duelo en la alta sierra”. Sin lugar a dudas, la primera -pero no por ello menos importante- obra maestra de Sam Peckinpah. El hombre que recogió el testigo del western clásico de los Ford, Hawks o Mann y lo dotó de una poética mágica, melancólica, sublime. Una poética sin igual.



Yo, por lo menos, soy un fanático del western gracias a Sam. Y a Leone, claro. Pero creo que fue mi tardío y crucial descubrimiento de la obra de Sam Peckinpah lo que, definitivamente, contribuyó a inclinar mi balanza. Una balanza en la que el western pasó de ser uno de mis géneros favoritos a mi género favorito. Por antonomasia. Y todo ello gracias a su poética. Una poética que contempla con nostalgia esa cándida y lírica visión del oeste y la coteja, constantemente, con una realidad muy diferente. Quizás no tanto desde una perspectiva cronológica pero sí desde la perspectiva íntima y particular de unos personajes que se encuentran ya en el ocaso de sus vidas.


En este caso, dos viejos amigos curtidos en mil y una batallas, cuya filosofía existencial sintetiza -a la perfección- esa eterna dialéctica entre los viejos tiempos y el controvertido “progreso” que siempre planeó sobre la obra de “Bloody Sam”.


Y aunque los que me conocéis ya sabéis de sobra que no suelo pormenorizar demasiado en mis críticas permitidme -esta vez- que me explaye destripando el final de esta peli. Fundamentalmente porque, como ya han advertido otros antes que yo, el cine de Peckinpah es riquísimo en matices. Y “Duelo en la alta sierra”, por descontado, no podía ser menos.


Me gustaría destacar, por ejemplo, el travelling hacia atrás por el que opta Peckinpah para mostrarnos -en un ligero contrapicado- el avance a paso firme de los personajes interpretados por Joel McCrea y Randolph Scott en el duelo final ante los Hammond.


Un sincronizado y ceremonioso recorrido ante una verdadera lluvia de balazos que no tan sólo contribuye a enfatizar su incuestionable carácter épico sino que, a mi juicio, constituye una emotiva muestra de admiración y respeto hacia dos hombres de otra raza, de otra casta, de otra época. Dos hombres que -en el crepúsculo de su tránsito terrenal- seguirán respetando hasta su último aliento esos códigos de honor (la amistad, en este caso) que hicieron del lejano oeste un legendario territorio en el que, inexorablemente, la muerte tenía un precio.

(Reseña publicada por Xavi J. Prunera en FilmAffinity el 2-9-10)

TRAILER