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jueves, 9 de noviembre de 2017

LA LEY DEL TALIÓN

(The last wagon, 1956)

Dirección: Delmer Daves
Guion: Delmer Daves, James Edward Grant y Gwen Bagni

Reparto:
- Richard Widmark: Comanche Todd
- Felicia Farr: Jenny
- Susan Kohner: Jolie Normand
- Tommy Retig: Billy
- Stephanie Griffin: Valinda Normand
- Ray Stricklyn: Clint
- Nick Adams: Ridge
- Carl Benton Reid: general Howard
- Douglas Kennedy: coronel Normand
- James Drury: teniente Kelly

Música: Lionel Newman
Productora: Twentieth Century Fox Film Company (USA)

Por Jesús Cendón. NOTA: 8

“El camino de la muerte todos lo andaremos, hijo. Los indios dicen que un guerrero muere como debe cuando da la vida por los suyos y ahora es tu familia quien va a hacer algo por ti” (Comanche Todd conversando con Billy).



ARGUMENTO: Tras un ataque indio a una caravana, los supervivientes: un preso por asesinato criado por los comanches, una mujer y su hermano pequeño y cuatro adolescentes se dispondrán a atravesar, rodeados de apaches y sin ningún tipo de ayuda, El Valle de la Muerte. Para ello los miembros del grupo deberán abandonar sus prejuicios y confiar en el preso que se convertirá en el improvisado líder del grupo.



A pesar de haber destacado en otros géneros como el bélico con “Destino Tokio” (1943), en el que Cary Grant al mando de un submarino se infiltraba en la bahía de Tokio, o el noir con “La senda tenebrosa” (1947), en la que Humprhey Bogart se sometía a una reconstrucción de cara, Delmer Daves ha pasado a la historia del cine como un gran especialista en el western; renovando este género, junto con otros directores de la talla de Anthony Mann, John Sturges, Robert Aldrich o Sam Fuller, en la década de los cincuenta con títulos como “Flecha rota” (1950), “Tambores de guerra” (1954), “Jubal” (1956), “El tren de las 3:10” (1957), “Arizona prisión federal” (1958), “Cowboy” (1958) o “El árbol del ahorcado” (1959). Una lástima que sus últimas películas fueran unos insulsos y poco inspirados melodramas realizados para la Warner Brothers, con el objeto de lanzar a nuevas estrellas (Troy Donahue, Connie Stevens o Sandra Dee) y paliar los graves problemas económicos de la citada productora.




Con “La ley del talión”, rodada básicamente en exteriores, desde el primer fotograma Daves demuestra, mediante las abundantes panorámicas y planos largos así como por su sabia utilización de la grúa, que era uno de los mejores directores insertando la naturaleza en el drama relatado. Y esta es una de las claves de la película, la exaltación de la naturaleza, puesto que el personaje de Comanche Todd, un blanco criado por los comanches al que dio vida Richard Widmark en una de sus mejores interpretaciones plena de matices, es el paradigma del buen salvaje rousseauniana. A través del protagonista, Daves parece asumir los postulados del filósofo francés, el hombre es un ser libre por naturaleza y tan sólo, de forma artificial, se asocia a otros para satisfacer sus necesidades; fruto de esta asociación será la creación de un modelo normativo que regule las relaciones sociales. Así pues Comanche Todd se nos presenta como un ser libre, apegado a la naturaleza, que se rige por otras leyes y, en cierta forma, desprecia la forma de vida del hombre blanco. Su filosofía de la vida queda claramente puesta de manifiesto en la escena en la que propone a Jenny irse a vivir con él, esta le comenta que su hermano necesita una escuela y Todd le responde que con él Billy “Aprenderá lo que nunca encontrará en los libros. El porqué de las cosas, el porqué de las estaciones, del Sol, de la Luna, de la amistad, de todo lo real”.




Igualmente desde la primera escena, en la que el director aprovecha la ambigüedad de Widmark como actor al alternar roles positivos como negativos, se plantea uno de los temas fundamentales del filme, el conocimiento como base para entender y comprender a los demás y, sobre todo, al que es diferente. Así, asistimos al asesinato por parte de Todd de un individuo al que no le da la posibilidad de defenderse; y será posteriormente, tras haber acabado con otro de sus perseguidores y ser capturado por un tercero, cuando sepamos la verdad: su esposa, de raza india, fue violada y asesinada junto a sus dos hijos por cuatro hombres a los que Todd ha jurado matar. Con la actitud del protagonista el director-guionista suscita un interesante debate ¿Es aceptable moral y legalmente la actitud de Todd? ¿Se le puede juzgar conforme a las leyes del hombre blanco? Todo ello teniendo en cuenta que el protagonista se rige por un código de conducta diferente, propio de la tribu que lo crió, y que los luctuosos sucesos se han desarrollado geográficamente en un espacio en el que todavía no se ha asentado “la civilización” y, por tanto, no rige la ley del hombre blanco. Lástima que la controversia se resuelva de forma un tanto simple e ingenua en el juicio que se desarrolla en el tramo final de la película, pero probablemente no era la intención de Daves profundizar más en un tema complicado teniendo en cuenta que estamos hablando de un wéstern.




Hasta llegar al mencionado juicio, el director-guionista embarca a los principales personajes en un viaje a la vez físico y emocional, porque la película fundamentalmente es un wéstern, con elementos de aventura, de itinerario.



Así, por una parte, nos encontramos con el viaje físico ya que al ser los únicos supervivientes del ataque indio, sin ningún tipo de ayuda, tendrán que atravesar una amplia zona (El Valle de la Muerte) acosados por los apaches; por lo que, para sobrevivir, deberán actuar como un grupo cohesionado al frente del cual se situará de forma natural, gracias a sus amplios conocimientos, Comanche Todd.




Pero a su vez todos ellos realizarán un viaje interior. Todd tendrá la oportunidad de redimirse intentando salvar la vida de sus seis compañeros y como consecuencia de ello encontrará una familia nueva, sustituta de la que le arrebataron, en Jenny (interpretada por una Felicia Farr habitual de este género y que se retiraría parcialmente tras su matrimonio con Jack Lemmon en 1962) y Billy (un Tommy Reitig que ya había encarnado al hijo de Robert Mitchum en “Río sin retorno”) quien, a su vez, encontrará en Todd a un nuevo padre.
Por lo que respecta a los cuatro adolescentes, a lo largo del viaje irán abandonando sus prejuicios y sus actitudes intolerantes y xenófobas. Xenofobia muy presente a lo largo de la película, fruto una vez más del desconocimiento y representada fundamentalmente en Valinda Normand hermanastra de una mestiza (Jollie) a la que llega a espetar “Tú también eres una india y no tienes sentimientos” o afirmar hablando de su padre: “Un hombre blanco que se rebaja hasta el extremo de aceptar a una mujer india ¿Conoces el resultado? Una mestiza como tú”. Actitud que modificará tras recibir la ayuda de aquellos a los que desprecia. De esta forma para los cuatro adolescentes la experiencia constituirá un viaje iniciático en el que madurarán, convirtiéndose en adultos.



Como consecuencia de su actitud antirracista, el western, al igual que “Flecha rota”, se posiciona a favor del entendimiento entre las distintas culturas, e, incluso, utiliza un tono pro indio. Es verdad que los apaches aparecen tan sólo como un peligro abstracto y que acaban con todos los miembros del convoy, incluidos mujeres y niños; pero Daves se encarga de informarnos de que los primeros en romper la paz fueron los blancos que asesinaron en un poblado a ciento diez mujeres y niños apaches (¡Ojo la película se rodó en 1956!). Es decir, equipara en brutalidad a los blancos y a los pieles rojas, con la diferencia fundamental de que los indios, al igual que Todd, tan sólo están respondiendo a una salvaje agresión previa. Además, a lo largo de la película se esfuerza, a través de Todd, en darnos a conocer las costumbres de los nativos norteamericanos con el objeto de que, al igual que los principales personajes, no les juzguemos desde la ignorancia. Incluso parece sentir cierta preferencia por esa forma de vida. En este sentido, se debe tener en cuenta que los abuelos del director fueron pioneros y que este convivió con las tribus de los Navajos y los Hopis durante bastante tiempo, aprendiendo sus costumbres.



Estamos, pues, ante una película que a pesar de su ligereza y su aparente sencillez invita continuamente a la reflexión sin perder, por ello, las cualidades de todo buen wéstern.



Como dato curioso comentaros que fue uno de los primeros filmes de James Drury, posteriormente famoso con la serie “El Virginiano”.